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40 ACTOS DE ARREPENTIMIENTO CON SACERDOTES - DÍA 8


INTRODUCCIÓN


La Cuaresma está aquí. Comienza con nuestro Señor Jesucristo sometiéndose bajo el llamado profético al arrepentimiento de su primo Juan el Bautista, y dejándose sumergir en las aguas del río Jordán para el bautismo ritual, compromiso de conversión y entrega de su vida. a Dios.

Vemos abrirse los cielos, descender sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma; y oímos la dulce voz de Dios, el Padre, que declara: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Dios Padre ama a Jesús y declara a toda la creación su amor por su Hijo unigénito. Al hacerlo, Dios el Padre también declara Su amor por ti. Dios te ama y te ama primero; por eso te envió a Jesús. Así que “nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).

El amor es el motivo y la motivación de todo lo que Jesús hace por nosotros. Él ama a Dios, el Padre, y por eso entra en este mundo para vivir, sufrir y morir por nosotros. Él nos revela no sólo a través de sus historias y ejemplos, sino también a través de su vida y muerte, el amor de Dios Padre reservado para nosotros desde toda la eternidad.

El primer acto de amor que Jesús quiere mostrarnos es el ayuno. Entra en el desierto con el Espíritu Santo durante cuarenta días y cuarenta noches para enfrentarse a sus propias debilidades humanas y al Diablo. Soporta el hambre y la sed, la vida solitaria en el desierto aullador y los asaltos del Diablo. ayuna, ora y confía en la Palabra de su Padre. Esto es para mostrarnos cómo arrepentirnos y dar a Dios lo que le pertenece.

Siguiendo los pasos de Jesús estamos llamados a embarcarnos en esta peregrinación de cuarenta días de Cuaresma. Con Jesús escuchamos la voz amorosa de Dios Padre; hacemos penitencia y nos negamos a nosotros mismos. Las siguientes meditaciones son 40 actos directos de arrepentimiento para ayudarte a mirar hacia atrás y reexaminar tu propia vida con Jesús.

Tomemos esta peregrinación de arrepentimiento para orar por nuestra Iglesia Católica, especialmente por nuestros sacerdotes.

Oh María, Reina de los Apóstoles: Camina con nosotros en esta peregrinación.

Oremos.

Concédenos, oh Señor, comenzar nuestra guerra cristiana con santos ayunos; que cuando estamos a punto de luchar contra los espíritus del mal, seamos defendidos con la ayuda de la abnegación y la mirada protectora de nuestra Santísima Virgen Madre María. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

DÍA 8


Reza

Ayer escuchaste lo que Jesús te dijo: “haz buenas obras” y la primera es orar.

En el Huerto de Getsemaní (en arameo ܓܕܣܡܢGaḏ-Šmānê, que significa “prensa de aceite”), Jesús se queja con Pedro: “¿Así que no pudiste velar conmigo una hora? Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

Escucha una vez más lo que Jesús le dice a Pedro: “Vela y ora…”. La condición para orar es velar. No se puede orar sin estar alerta. La vigilancia es el ambiente interior y el ambiente personal para la oración. Sin vigilancia, te adormecerás y te dejarás llevar por el sueño. La pregunta es ¿qué necesitas hacer para estar alerta y no quedarte dormido cuando oras?

Esto es lo que debe hacer. Cada vez que ores, colócate en el Huerto de Getsemaní con Jesús y haz lo siguiente:

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús está conmigo y presente para mí”. Exhala….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús sufre; Está sudando sangre por mí.”….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús está siendo atacado por el Diablo.”….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús está aterrorizado por mis pecados.”….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús sufre por mí.”….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Jesús es verdad: a mí también me ataca el diablo.”….

Respira hondo…, dile a tu corazón: “Señor Jesús, mi carne es débil; Sálvame."….

Puede hacer las siete oraciones de vigilancia anteriores en una sola sesión. O puede elegir uno y repetirlo tantas veces como sea posible. Recuerda respirar….

Más importante aún, sepa quiénes son sus enemigos. Debes saber que están haciendo todo lo posible para llevarte al infierno. ¿Qué son? Tu propia carne, el mundo profano que te rodea y el Diablo.

La carne es débil; siempre exige descanso y placer.

El mundo es engañoso; te ofrece sólo promesas vacías.

El diablo es arrogante; quiere que estés centrado en ti mismo y que pienses en ti mismo primero, en todo momento.

Lo que necesitas es la conciencia de Dios. Ruega al Espíritu Santo que destruya tu actitud egocéntrica y te haga consciente de la presencia de Cristo.

Respira profundamente…. Oremos para que todos los sacerdotes sean conscientes de Cristo y estén siempre atentos en la oración.

Oh María, Reina de los Apóstoles: Haz que tu sacerdote sea siempre consciente de Cristo y siempre vigilante en la oración.

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