COMO EL ESPÍRITU SANTO, que es amor increado, es el vínculo indisoluble que une al Padre con el Verbo eterno, así también une el alma con Dios. "La caridad es una virtud", dice San Agustín, "que nos une a Dios". Por eso, lleno de alegría, San Lorenzo Justiniano exclama: Amor, tu vínculo tiene tal fuerza que es capaz de unir incluso a Dios y unirlo a nuestras almas. Las ataduras del mundo son ataduras de muerte; pero los vínculos de Dios son vínculos de vida y salvación (Ecl. 6:31), porque los vínculos de Dios por medio del amor nos unen a Dios, quien es nuestra verdadera y única vida.
Antes de la venida de Jesucristo, los hombres huyeron de Dios y estando apegados a la tierra rehusaron unirse a su Creador. Pero un Dios amoroso los ha atraído hacia Sí con los lazos del amor, como prometió a través del profeta Oseo: "Los atraeré con cuerdas de Adán, con ligaduras de amor" (11:4). Estas bandas son los beneficios, las luces, las llamadas a su amor, las promesas del paraíso que nos hace, el don que nos ha hecho de Jesucristo en el sacrificio de la cruz y en el sacramento del altar, y finalmente, el don de su Espíritu Santo.
Por eso el profeta exclama: "Desata las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sión" (Isaías 52:2). Oh alma mía, tú que eres creada para el cielo, libérate de las ataduras de la tierra y únete a Dios por los lazos del santo amor: "Ten la caridad, que es el vínculo de la perfección" (Col. 3,14). El amor es un vínculo que une consigo todas las demás virtudes y perfecciona el alma. "Ama y haz lo que quieras", dijo San Agustín. Amad a Dios y haced lo que queráis, porque quien ama a Dios procura no causar ningún disgusto a su amado y busca en todas las cosas agradarle.
Afectos y Oraciones
¡Oh mi querido Jesús, me has puesto bajo la dulce obligación de amarte, y cuánto te ha costado ganar mi amor! Sería un desgraciado ingrato si os amara poco después de eso, o si dejara que las criaturas compartieran mi corazón con Vos, que habéis dado vuestra vida y vuestra sangre por mí.
Deseo desprenderme de todo y depositar todos mis afectos sólo en Ti. Pero soy débil y no puedo realizar este deseo. Tú, que lo has inspirado, ayúdame a realizarlo.
¡Oh mi amado Jesús, traspasa mi corazón con las flechas de tu amor para que suspire siempre por Ti y se derrita en Ti! Sólo a ti busco, sólo a ti puedo buscar siempre. ¡Nadie más que a Ti puedo desear y encontrar! Jesús mío, sólo te deseo a Ti y nada más. Concédeme repetirlo siempre durante mi vida, y especialmente en el momento de mi muerte; Sólo te deseo a Ti y nada más.
Oh Madre mía María, haz que de ahora en adelante no desee más que a Dios.
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