Lectura de 1 Jn 4:19–5:4
Queridos hijos: Amamos a Dios, porque él nos amó primero. Si alguno dice: “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Además, Jesús nos ha dado este mandamiento: El que ama a Dios, que ame también a su hermano.
Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo.
REFLEXIÓN
"Pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos.
Y sus mandamientos no son pesados"
Encuentro esta frase muy interesante.
En la sociedad actual, donde "mi voluntad" es la ley, ¿cómo puede ser que el mandato de otra persona (por ejemplo, el de Dios) sea un acto de amor?
Una sociedad en la que todos quieren satisfacer sus propios placeres, y seguir sus propios caprichos, puede ser una sociedad llena de violencia y corrupción. Las familias son el primer lugar donde se ven y se siguen las reglas. Incluso cuando los niños pueden rebelarse contra sus padres, la estabilidad de un hogar y el "seguimiento de las reglas" los ayudan a desarrollar un sentido de libertad, donde realmente pueden ser ellos mismos.
Jutta Burggraf en su libro "Libertad Vivida con la Fuerza de la Fe" nos dice que:
Para dar amor, primero hay que encontrarlo en nuestra propia vida. Los "niños de la calle" de Río de Janeiro son un claro ejemplo: muchos de ellos se sienten atraídos por la conducta delictiva, carecen de respeto por sí mismos y ni siquiera temen a la muerte, porque no ven lugar para ellos en el mundo. No han podido desarrollar la "confianza original" que otros niños experimentan de sus padres dentro de sus familias.
Por otro lado, alguien con confianza original puede mirar su entorno con confianza. Su mirada fundamental se basa en una profunda confianza en sí mismo y en la honradez de los seres humanos, confiabilidad en la que brilla algo de la fidelidad de Dios, que siempre está a nuestro lado.
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