En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer”. Pero Jesús les replicó: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos le contestaron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados”. El les dijo: “Tráiganmelos”.
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
REFLEXIÓN
"Vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella."
San Alfonso María de Ligorio dejó una lucrativa licenciatura en derecho para el sacerdocio. Imagínese la reacción de su familia que eran nobleza napolitana. Sí, no estaban nada contentos.
Sus primeros años como sacerdote los vivió con los sin techo y los marginados de Nápoles. Trabajando principalmente con los jóvenes, estableció "Capillas vespertinas" dirigidas por los jóvenes. Estas capillas eran el centro de oración, recepción de la Palabra de Dios y sobre todo el eje de su socialización y educación.
Más tarde pasó a ministrar a los niños de la calle más pobres y abandonados de Nápoles. Buscando caminos más elevados para servir y seguir los caminos de Jesucristo, San Alfonso María de Ligorio, el 9 de noviembre de 1732, fundó la Congregación del Santísimo Redentor, conocida como los Redentoristas.
Desde entonces difundió la Buena Noticia a los pobres ya los más abandonados. Con muchos talentos y estilo artístico, usó los dones que Dios le dio al servicio de su pueblo. Escribió 111 obras sobre espiritualidad y teología y es uno de los autores más leídos.
Algunos de sus libros más conocidos y leídos incluyen Dardos de fuego, La práctica del amor de Jesucristo, La oración: el gran medio de salvación y de perfección, Visitas al Santísimo Sacramento, Teología moral y Cómo conversar con Dios.
A través de su experiencia pastoral, tuvo una habilidad única para responder a las preguntas planteadas por los fieles. Los fieles fueron servidos con dignidad y misericordia.
A San Alfonso, que padecía artritis reumatoide, le resultaba más difícil trabajar. Se fue a vivir a una de sus comunidades redentoristas en Pagani, Italia, donde murió el 1 de agosto de 1787.
Doctor de la Iglesia y Patrono de los Confesores, PAPA lo eligió para ser uno de nuestros santos patronos.
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