Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!” Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?” Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.
REFLEXIÓN
"Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región."
Los ciegos gritaron: "¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!" Siguieron a Jesús a la casa y no fue hasta que estuvieron solos con Jesús que Él les preguntó: "¿Crees que puedo hacer esto?" Y al escuchar su "sí" fueron sanados con los ojos abiertos. Y con este nuevo amor, confianza y fe en el Señor, salieron y difundieron su mensaje por toda la tierra.
Su encuentro con Jesús comenzó en público, pero no fue hasta que estuvieron cara a cara con Jesús que ocurrió el milagro. Sabía lo que querían y conocía su fe.
San Ignacio de Loyola intentó una y otra vez enseñar a Francisco Javier sobre Jesús. Por fin, después de muchos años, se produjo la conversión de Francisco Javier. Y de allí se dirigió a la India catequizando. Trabajó incansablemente difundiendo la palabra de Jesús por toda esa tierra, trabajando día y noche por la salvación de las almas. Fue cofundador de los jesuitas.
Y como San Francisco Javier, Jesús nos encuentra uno a uno. Es Su tiempo. Se nos dice que salgamos y hagamos discípulos de todos los que encontremos. Debido a que queremos ir al cielo, tenemos el deseo de compartir a Dios y sus acciones salvadoras. Estamos tan llenos de alegría que difundimos la buena nueva como lo hizo San Francisco Javier en la India.
Pensamiento del día: nunca dejes de pedir ayuda. Ore con perseverancia. Dios trabaja en privado con todos y cada uno de nosotros. Tenga confianza para pedir, creyendo que Él puede hacer todo. Sí, cuando estamos deprimidos y nos sentimos desesperados, esto podría ser todo lo que podamos manejar: un grito de ayuda. Y una vez que Dios abra nuestros ojos, que salgamos al mundo proclamando sus alabanzas.
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