En aquellos días, el rey Salomón fue al santuario de Gabaón a ofrecer sacrificios y ofreció mil holocaustos sobre el altar. Una noche, estando él dormido en aquel lugar, se le apareció el Señor y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré”.
Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”
Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”.
REFLEXIÓN
"El Señor y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré"
Recientemente alguien me envió un meme. En una gran sala de conciertos había una persona, nadie más, escuchando y aplaudiendo a la persona que actuaba. El violinista en el escenario era su hijo. “Cuando nadie crea en ti, estará tu mamá todavía apoyándote”, fue el título.
Qué hermoso ser amado, apoyado y cuidado.
Salomón, en su juventud, estaba cerca de Dios y en un sueño Dios le dijo: “Pídeme algo y te lo daré”. Y pidió ayuda para gobernar y comprender a su pueblo. Así los amaba, sin pedir nada personal. Se le dio un corazón "sabio".
Jesús se compadeció de las personas que lo seguían a él y a sus discípulos. Y en vez de decirles que se vayan, o hablarles con dureza y sin rodeos, Él les da lo que necesitan. Les mostró un corazón "compasivo".
Santa Águeda de Sicilia fue una virgen mártir alrededor del año 231. Dedicó su vida a Dios, pero su belleza hizo que muchos hombres la desearan y se acercaran a ella no deseados. Uno de esos pretendientes fue Quintianus, quien pensó que podría hacerle cambiar de opinión. Ella lo rechazó. Su amor lujurioso hizo que la arrestara y compareciera ante el juez que resultó ser Quintianus. Así que él era su fiscal, jurado y juez. Santa Águeda estaba en posición de hacer su vida más fácil o cumplir su promesa a Dios. Ella oró: "Jesucristo, Señor de todo, tú ves mi corazón, tú conoces mis deseos. Posee todo lo que soy. Soy tu oveja, hazme digno de vencer al diablo".
El maltrato, la tortura, ser estirada en un potro y azotada nunca le quitaron la calma. Su confianza total estaba en Dios. Como último esfuerzo desesperado por tener su amor, Quintianus ordenó que le quitaran los senos. Pero su Sagrado Médico envió a San Pedro a sanar sus heridas.
Finalmente desnuda, fue arrojada a carbones llenos de fragmentos. Y el 251, el Señor recibió su alma. Ella tenía un corazón "pacífico".
Es por la cruz que vamos al cielo. La voluntad y el corazón de Santa Águeda eran de Dios. Todo lo soportó por el amor de Dios.
Dios nos ama como nuestros corazones anhelan ser amados. Él gobierna sobre todas las cosas para nuestra bondad y felicidad. Gracias por amarnos, apoyarnos y cuidarnos. Dios, ayúdanos a obedecer tus estatutos y danos un corazón "sabio", un corazón "misericordioso" y un corazón "pacífico".
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