En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.
Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.
Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora’’.
REFLEXIÓN
“Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora’’.
El Señor dice "Yo soy tu salvación".
El rescata al débil y al oprimido.
Eso sería cada uno de nosotros. Siempre tengo un pie en el equivocado camino oscuro en mi proceder hacia la eternidad. Mi amor por mí mismo me mantiene orando por mi alma y por los buenos sacerdotes, amigos y familiares para que me ayuden. Es una batalla diaria constante, por lo que al final del día, espero haber minimizado mis fallos y errores.
¿Puedo olvidar a los que amo? Estoy constantemente en guardia por sus necesidades materiales, sus necesidades espirituales, ya que espero que Dios no olvide mis súplicas.
Aunque Dios me ha salvado, debo recordar que el trabajo es mío para continuar permitiendo que Dios me cambie. Con la ayuda del Señor puedo ser lo que no puedo ser por mi cuenta.
Santa Mónica rezó sin cesar por su hijo. El resultado fue un santo asombroso; sin embargo, aunque mis oraciones no produzcan un santo canonizado, puedo continuar la preparación para mi propio viaje final y para aquellos a quienes amo.
Solo Dios puede superar mis dificultades y ayudarme a alcanzar mis metas. Solo Dios puede ayudarme a cambiar mis caminos, hacerme más piadoso, bondadoso, amoroso y alegre.
Como buen padre, Dios me cuida, vive en mí. Por lo tanto, la idea de ofenderlo es aterradora y un recordatorio para siempre de cuánto lo necesito.
Debemos orar por nuestros sacerdotes por amor a su vocación y por el amor especial que Dios tiene por ellos. Por favor, reza la Oración por los sacerdotes.
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