En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.
Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.
Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.
Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme’’.
REFLEXION
“ ¿Me quieres?”
El 3 de junio de 1886, el ugandés Charles Lwanga, de 25 años, junto con jóvenes de entre 13 y 30 años, fueron quemados vivos por negarse a denunciar su fe cristiana y a las demandas inmorales y desvergonzadas de Mwanga, rey de Baganda (parte de la actual Uganda). ).
Amaban a Jesús y de hecho lo seguían. Se amaron hasta el punto de que derramaron su sangre para permanecer fieles a la Verdad. Amaban más allá de volver a sus vidas regulares.
Pero, ¿cómo le mostramos a Dios que lo amamos? Él conoce nuestro corazón y, por lo tanto, en un ambiente agradable y controlado podemos decir que lo amamos todo lo que queremos. Pero el verdadero amor es hacer, actuar, pensar y hablar cada día como Cristo quiere que hagamos. Y al hacerlo podemos buscar una vida con Jesús por la eternidad.
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