Lectura del Santo Evangelio según Lc 12:39-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.
Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?”
El Señor le respondió: “Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso ese siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene.
Pero si ese siervo piensa: ‘Mi amo tardará en llegar’ y empieza a maltratar a los otros siervos y siervas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte de los desleales.
El siervo que conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más.
REFLEXIÓN
"Al que mucho se le da, se le exigirá mucho;
y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más".
Cualquiera puede escribir una carta y esperar una respuesta. Los mártires norteamericanos trabajaron activamente para Dios y el Espíritu Santo les respondió con el don de la fortaleza. Y se hicieron santos.
San Juan de Brebeuf, (1593-1649) misionero jesuita, y sus compañeros dedicaron su vida a llevar el Evangelio a los hurones de Quebec. Alto, guapo y de espíritu autoritario, podía hacer que las cosas sucedieran. Estaba dispuesto a soportar cualquier cosa si pudiera agradecer a Dios por la salvación de los demás. Vivió con los hurones, aprendió su idioma, sus costumbres y los abrazó por Dios. Incluso escribió un catecismo para ellos. Los iroqueses atacaron el pueblo Huron donde vivían. Fueron apaleados, quemados con hachas al rojo vivo, bautizados con agua hirviendo, mutilados, despojados y comidos, y sus corazones devorados. (1)
San Isaac Jogues (1607-1646) fue un misionero jesuita francés que viajó y trabajó entre los iroqueses, hurones y otras poblaciones nativas de América del Norte. He vivido con ellos durante seis años y he hecho muchas conversiones. Los Mohawks lo capturaron y lo torturaron brutalmente. Perdió dos dedos en la tortura y pasó trece meses como esclavo. Fue rescatado por comerciantes holandeses y regresó a Francia. A pesar de que le mutilaron las manos, obtuvo de él permiso para celebrar Misa. Regresó a vivir con los Mohawks, pero los Mohawks lo culparon por su hambre y enfermedad, le cortaron el cráneo y le colgaron la cabeza para que todos lo vieran. (1)
Escribieron cartas y describieron sus malas condiciones: escasez de alimentos, inviernos duros y fríos, entorno y gente hostiles. A través de sus escritos estamos cerca de ellos, aunque lejanos por siglos. El tiempo nos ha separado del miedo que experimentaron y del dolor que soportaron por la difusión de Su Palabra de parte de él.
"Cómo me apena, Dios mío, que no seas conocido, que este país salvaje no se haya convertido todavía del todo a la fe en ti, que el pecado no haya sido borrado todavía".
(John de Brebeuf).
Pax Christi
Fuente:
(1) Ignatianspirituality.com
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