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Olivia M. Bannan

MIÉRCOLES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, 03 DE AGOSTO DE 2022



Lectura del Santo Evangelio según MT 15:21-28


En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. Él les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.

Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.


REFLEXIÓN

“Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”.


Las enfermedades no tienen prejuicios. Atacan a los más ricos, los más pobres, los más inteligentes y los más torpes de los intelectos, todos los colores, credos y todos los pueblos de esta tierra. Afectan la calidad de vida de millones de personas. (1)


Y las familias están ahí para caminar con los enfermos.


La mujer cananea tuvo sus sueños y los sueños de su hija. Estaría dispuesto a apostar que lo intentó todo y reclutó y rogó a todos que la ayudaran en su situación actual.


Cuando estés desesperado, ya sea por ti mismo o por un ser querido, aceptarás insultos, injusticias percibidas, desprecio y humillación. Tú, al principio ruegas de mala gana y luego ruegas audazmente y presentas tu caso.


Imagina a un ser querido "poseído por un demonio". No sabemos cómo actuó ni qué había hecho, pero su madre estuvo dispuesta a soportar el desprecio de los apóstoles y, a primera vista, la "indiferencia de Jesús" para ayudarla.


¿He rogado, implorado, suplicado o suplicado que me presten atención o me ayuden? Algunas veces. Está bien, de hecho, muchas veces.


Suplicando pacientemente, la mujer cananea optó por encontrarse con Jesús con todos los presentes, optó por creer en Él. No estaba enojada, ni desagradable. Ella simplemente conversó con Dios, verbalizó sus puntos y respondió sucintamente preguntas que podrían haber causado que una fe débil flaqueara y se fuera.


Y Dios la recompensó. “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”.


Pensamientos....

Si la duda me visita, ¿me rindo?

¿Me alejo de situaciones duras y difíciles?

¿Dejo que mi orgullo sea mi amo o acepto con humildad quién es Dios y le rindo homenaje y le pido que me ayude?


Dios te bendiga


(1) Defining feelings by Grover Shaunty, MSW




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