En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
REFLEXIÓN
“Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad.
Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Este es el último domingo del año litúrgico. Celebramos a Cristo Rey, Familia del mundo entero, en nuestro corazón y en nuestra vida.
¿Y cómo puede Él reinar en nuestras almas? Mediante la confesión, nuestras almas se limpian y esperamos con anticipación su llegada.
La misericordia de Cristo no conoce límites: los judíos se burlaron, sus discípulos lo traicionaron, lo ridiculizaron y humillaron mientras se ofrecía a sí mismo en la cruz. ¡¡¡Nos ama tanto !!!
Donde está Jesús, está Su Reino. Él no olvida ni esconde Su rostro. Él ve todo.
San Ambrosio dijo: "El Señor siempre concede más de lo que uno pide". Con corazón contrito pide todo y prepárate para esta gran solemnidad. Jesucristo, con los brazos abiertos, nos espera. Y al hacerlo, Él reina en nuestros corazones y difundiremos Su reino a través de nuestras acciones, palabras y hechos.
Cuando nos entregamos a Dios, nunca nos arrepentiremos de haber abierto nuestro corazón a Jesús. Jesús es triunfante, victorioso y humilde. Amémoslo por sí mismo.
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