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Novena de Navidad~ MEDITACIÓN 3 /Diciembre 18

La vida de pobreza que vivió Jesús, incluso desde su nacimiento.

Dios planeó que cuando su Hijo naciera en la tierra, el emperador promulgaría un edicto, obligando al cabeza de familia a ir al lugar de su nacimiento y registrarse. Y así, José tuvo que ir con su esposa a Belén, para inscribirse según el decreto de César. Mientras estaba allí, llegó la hora del parto de María. Debido a que había sido expulsada de todas las otras casas e incluso del refugio común para los pobres, terminó pasando la noche en una cueva, y allí dio a luz al Rey de los Cielos. Es cierto que Jesús hubiera sido igualmente pobre si hubiera nacido en Nazaret. Pero al menos allí habría tenido una habitación seca, un pequeño fuego, ropa de abrigo y una cuna cómoda. Pero no, eligió nacer en una caverna fría sin fuego para calentarlo. Eligió tener el pesebre del ganado como cuna y un poco de paja espinosa como ropa de cama, para poder experimentar lo que la gente pobre tiene que experimentar.

Entremos en esa cueva de Belén, pero entremos con fe. Si vamos sin fe no veremos más que un pobre infante, que nos conmueve al verlo tan hermoso, pero tiritando de frío y llorando por el picor de la paja sobre la que yace. Pero si entramos con fe, creeremos que este niño es el Hijo de Dios, que nos amó tanto que bajó a la tierra y soportó tanto para pagar por nuestros pecados. ¿Cómo no agradecerle y amarlo?


Afectos y oraciones

Oh dulce niño, ¿cómo puedo ser tan ingrato contigo y ofenderte tan a menudo, sabiendo cuánto has hecho por mí? Pero las lágrimas que lloraste y la pobreza que elegiste soportar por amor a mí, me dan esperanza en el perdón de todos los pecados que he cometido. Lamento, Jesús mío, haberte dado la espalda a ti ya mis hermanas y hermanos tantas veces. Te amo por encima de todas las otras cosas. ¡Eres mi Dios y mi todo! A partir de este día, serás mi único tesoro y mi único bien. Con San Ignacio de Loyola diré: “Dame tu amor, dame tu gracia y seré rico”. Deseo y no deseo nada más. Tú solo me bastas, mi Jesús, mi vida, mi amor.

Oh María, tan cerca de Jesús, ayúdame a estar agradecido por el don de la fe en tu hijo.


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