INTRODUCCIÓN
La Cuaresma está aquí. Comienza con nuestro Señor Jesucristo sometiéndose bajo el llamado profético al arrepentimiento de su primo Juan el Bautista, y dejándose sumergir en las aguas del río Jordán para el bautismo ritual, compromiso de conversión y entrega de su vida. a Dios.
Vemos abrirse los cielos, descender sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma; y oímos la dulce voz de Dios, el Padre, que declara: “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
Dios Padre ama a Jesús y declara a toda la creación su amor por su Hijo unigénito. Al hacerlo, Dios el Padre también declara Su amor por ti. Dios te ama y te ama primero; por eso te envió a Jesús. Así que “nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
El amor es el motivo y la motivación de todo lo que Jesús hace por nosotros. Él ama a Dios, el Padre, y por eso entra en este mundo para vivir, sufrir y morir por nosotros. Él nos revela no sólo a través de sus historias y ejemplos, sino también a través de su vida y muerte, el amor de Dios Padre reservado para nosotros desde toda la eternidad.
El primer acto de amor que Jesús quiere mostrarnos es el ayuno. Entra en el desierto con el Espíritu Santo durante cuarenta días y cuarenta noches para enfrentarse a sus propias debilidades humanas y al Diablo. Soporta el hambre y la sed, la vida solitaria en el desierto aullador y los asaltos del Diablo. ayuna, ora y confía en la Palabra de su Padre. Esto es para mostrarnos cómo arrepentirnos y dar a Dios lo que le pertenece.
Siguiendo los pasos de Jesús estamos llamados a embarcarnos en esta peregrinación de cuarenta días de Cuaresma. Con Jesús escuchamos la voz amorosa de Dios Padre; hacemos penitencia y nos negamos a nosotros mismos. Las siguientes meditaciones son 40 actos directos de arrepentimiento para ayudarte a mirar hacia atrás y reexaminar tu propia vida con Jesús.
Tomemos esta peregrinación de arrepentimiento para orar por nuestra Iglesia Católica, especialmente por nuestros sacerdotes.
Oh María, Reina de los Apóstoles: Camina con nosotros en esta peregrinación.
Oremos.
Concédenos, oh Señor, comenzar nuestra guerra cristiana con santos ayunos; que cuando estamos a punto de luchar contra los espíritus del mal, seamos defendidos con la ayuda de la abnegación y la mirada protectora de nuestra Santísima Virgen Madre María. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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