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St. Alphonsus Liguori C.Ss.R.

DEKAENA AL ESPÍRITU SANTO: MEDITACIÓN 10


El amor os santifica y os hace santos


CUANDO MÁS amamos a Dios, más santos nos volvemos. San Francisco Borgia dice que es la oración la que introduce el amor divino en el corazón humano y la mortificación la que retira el corazón del mundo y lo vuelve capaz de recibir este fuego santo. Cuanto más mundo hay en el corazón , menos lugar hay para el amor santo: "La sabiduría [no se encuentra] en la tierra de los que viven en delicias" (Job 28:12-13). De ahí que los santos siempre hayan buscado mortificar lo más posible su amor propio y sus sentidos. Los santos son pocos pero debemos vivir con unos pocos si queremos ser salvos con unos pocos. San Bernardo dice: "No puede ser perfecto lo que no es singular". El que quiera llevar una vida perfecta debe llevar una vida singular.

Pero, sobre todo, para llegar a ser santos es necesario tener el deseo de ser santos; debemos tener las ganas y la resolución. Algunos siempre están deseando, pero nunca se ponen manos a la obra. "De estas almas indecisas", dice Santa Teresa, "el diablo no tiene miedo". Por otro lado, el santo dijo: "Dios es amigo de las almas generosas".

El diablo trata de hacernos parecer orgullosa la idea de hacer grandes cosas para Dios. Sería ciertamente un orgullo para nosotros si pensáramos en hacerlo todo nosotros solos, confiando en nuestras propias fuerzas; pero no es orgullo decidir convertirse en santos confiando en Dios y diciendo: "Todo lo puedo en Aquel que me fortalece". (Filipenses 4:13). Por lo tanto, debemos tener coraje, tomar resoluciones firmes y comenzar. La oración lo puede todo. Lo que no podemos hacer con nuestras propias fuerzas, podemos hacerlo fácilmente con la ayuda de Dios, quien ha prometido darnos todo lo que le pidamos: "Pedid lo que queráis, y se os hará". (Juan 15:7).

Afectos y Oraciones

Dulce Redentor de mi alma, Tú deseas ser amado por mí y Tú me mandaste amarte con todo mi corazón , y con todo mi corazón deseo amarte, oh Jesús mío. Incluso llegaré a decirte: Oh Dios mío, tal es la confianza que tengo en tu misericordia, que mis pecados no me inspiran temor, ya que los odio y detesto más que cualquier otro mal.

Sé además que no te acuerdas de las ofensas de quien se arrepiente y te ama. Es más, puesto que os he ofendido más que a otros, deseo amaros más que a otros.

Oh mi Señor, Tú quieres que sea santo y deseo serlo para agradarte. Te amo, Bondad infinita. Me entrego enteramente a Ti. Tú eres mi único bien, mi único amor. No me rechaces, oh amor mío. Hazme todo tuyo. No permitas que vuelva a desagradarte. Concédeme sacrificarme enteramente por Ti, como Tú te has sacrificado enteramente por mí.

María, amabilísima y amada Esposa del Espíritu Santo, obtén para mí amor y fidelidad.


Amén. Amén. Amén.


"Oh Dios mío, hazme santo"

San Alfonso María de Ligorio



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