Uno de los mayores males que el pecado de Adán ha producido en nosotros es el oscurecimiento de nuestra razón por medio de las pasiones que nublan nuestra mente. ¡Oh, qué miserable es esa alma que se deja dominar por cualquier pasión! La pasión es como un vapor, un velo que nos impide ver la verdad. ¿Cómo podemos apartarnos del mal si no sabemos qué es el mal, o cómo reconocerlo?
Además, esta oscuridad aumenta en proporción al aumento de nuestros pecados. Pero el Espíritu Santo, que es llamado "luz muy bendita", no sólo inflama nuestros corazones para que amen a Dios, sino que también disipa nuestras tinieblas y nos muestra la vanidad de las cosas terrenales, el valor de los bienes eternos, la importancia de la salvación, el valor de la gracia, la bondad de Dios, el amor infinito que Dios merece y el inmenso amor que Dios tiene por nosotros. "Los que no son espirituales no reciben los dones del Espíritu de Dios, porque para ellos son una tontería, y no pueden entenderlos porque se disciernen espiritualmente". (1 Corintios 2:14).
Una persona que está absorta en los placeres del mundo sabe poco de estas verdades y por lo tanto, desafortunadamente, ama lo que debe ser odiado y odia lo que debe ser amado. Santa María Magdalena de Pazzi exclamó: "¡Oh, amor no conocido! ¡Oh, amor no amado!" Y Santa Teresa de Ávila dijo que Dios no es amado porque Dios no es conocido. Por lo tanto, los santos siempre buscaban la luz de Dios: "Envía tu luz, ilumina mis tinieblas, abre mis ojos", porque sin luz no podemos evitar los precipicios ni encontrar a Dios.
Afectos y oraciones
Espíritu Santo y divino, creo que eres un verdadero Dios, un Dios con el Padre y el Hijo. Te adoro y te reconozco como el dador de esas luces que me hacen conocer el mal que he hecho al ofenderte, y la obligación que tengo de amarte. Os doy las gracias por estas luces. Siento haberte ofendido.
Merezco que me dejen en la oscuridad, pero veo que no me han abandonado. Oh Espíritu Eterno, continúa iluminando mi mente. Hazme conocer aún más tu infinita bondad. Dame ahora la fuerza para amarte con todo mi corazón. Añade gracia sobre gracia, para que pueda ser suavemente atraído a ti y obligado a no amar a nadie más que a ti. Pido esta gracia por los méritos de Jesucristo.
Te amo, infinita bondad, te amo más que a mí mismo. Seré todo tuyo. Acéptame y no permitas que me separe de ti otra vez.
Oh, Madre mía, María, ayúdame siempre con tu intercesión.
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