ASÍ nos enseña la Santa Iglesia a orar: " Que la infusión del Espíritu Santo limpie nuestros corazones , y los fertilice con la aspersión interior de su rocío". El amor fecunda los buenos deseos, los santos propósitos y las buenas obras de nuestras almas. : estas son las flores y frutos que produce la gracia del Espíritu Santo. El amor se llama rocío, porque refresca el corazón de las malas pasiones y de las tentaciones. Por eso al Espíritu Santo se le llama refrigerio y frescor agradable en el calor. Este rocío desciende a nuestros corazones en el tiempo de oración.
Un cuarto de hora de oración es suficiente para apaciguar toda pasión de odio o de amor desmesurado, por muy ardiente que sea: " Me metió en la bodega del vino, ordenó en mí la caridad " (Cant. 2, 4). . La santa meditación es el sótano donde se ordena el amor, para que amemos al prójimo como a nosotros mismos y a Dios sobre todas las cosas. El que ama a Dios ama la oración. A quien no ama la oración le resultará moralmente imposible superar sus pasiones.
Afectos y Oraciones
Oh Espíritu Santo y Divino, ya no viviré más para mí. Pasaré los días restantes de mi vida amándote y agradándote. Para ello te suplico que me concedas el don de la oración. Ven a mi corazón y enséñame a orar como debo. Dame fuerza para no descuidar la oración cuando mi alma esté cansada y seca ante Ti. Dame el espíritu de oración, es decir, la gracia de orar siempre y de decir aquellas oraciones que sean más agradables a tu divino Corazón .
Mis pecados han puesto en peligro mi salvación, pero comprendo por tantas bondades hacia mí que deseas que me salve y me haga santo. Me haré santo para agradarte. Os amo, oh Bien supremo, oh mi Amor y mi Todo. Me entrego enteramente a Ti.
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