Pintura por Rafael, circa 1520
Lectura del Santo Evangelio según Lc 9:28b-36
En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose, vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
REFLEXIÓN
"Vieron la gloria de Jesús"
Esta vida es un viaje al Cielo. Los obstáculos del diablo, el mundo y la carne con los que luchamos. No hay escapatoria a estos baches.
Nuestro Señor, sin embargo, no nos ha dejado solos sin guía.
En Jeremías se nos prometió un espíritu nuevo y un corazón nuevo: Su Espíritu dentro de nosotros nos haría caminar en Sus estatutos y ser cuidadosos en obedecer Sus reglas. El suyo era un pacto eterno, que no se apartaría de hacernos el bien. Y Él pondrá el temor de Dios en nuestros corazones para que no nos alejemos de Él. (1)
En el monte Tabor, Jesús oró con Pedro, Santiago y Juan. Sus apóstoles tenían el corazón apesadumbrado porque Jesús había predicho su muerte.
Y en su Transfiguración y gloria les había hecho vislumbrar más allá de la Cruz: una felicidad que no querían dejar, y de la que escribe San Pedro. (2)
La Cruz aún estaba allí, pero por su bondad y consuelos pudieron continuar y perseverar en la vida, sabiendo lo que les esperaba.
Dios está con nosotros en todo momento, en todas nuestras circunstancias y cruces. Él nos ha mostrado, pero por un breve momento, lo que será la felicidad eterna. Oren, ayunen y confíen en el Señor.
“El Señor es mi luz y mi salvación”.
(Salmo 27)
Dios te bendiga.
(1) Jeremías 17:33-39
(2) 2 Pedro 1:17-18
(3) “Hablar con Dios” Volumen 2, Parte 1.
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