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Foto del escritorMaria Knox

JUEVES DE LA XXI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, AGOSTO 26, 2021



Lectura del Santo Evangelio según Mt 24:42-51


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.

Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionara oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes.

Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas. Entonces todo será llanto y desesperación’’.


REFLEXIÓN:

Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor.


Una de las lecciones que he aprendido de la pandemia de COVID es tratar de ser más consciente del estado de mi alma.


Esto no siempre es fácil de recordar, pero vale la pena intentarlo.


Hace unas 36 horas, el marido de una conocida perdió la batalla contra esta enfermedad. Habían estado celebrando la vida a principios de agosto, luego, de repente 3 días después, la variante Delta los venció y ambos sufrieron un caso severo de neumonía debido al virus. Ella se recuperó después de un par de semanas. A el tuvieron que ponerlo en coma y en un ventilador. Finalmente, su consumo de oxígeno se desplomó por debajo de los 40 y falleció unas horas más tarde.


Así me doy cuenta que nuestras propias vidas son muy frágiles. Y que podemos fallecer sin previo aviso.


Cuando uno se enferma de COVID, y está tan enfermo que necesita quedarse en el hospital, hay un aislamiento completo. El personal médico visita al paciente el mínimo de tiempo y no se permiten visitas en absoluto. Para empeorar las cosas, lo más probable es que a los capellanes no se les permita llevar los sacramentos a la persona enferma.


Yo tiendo a dar la vida por sentado. Olvido que puede terminar sin que yo tenga tiempo de despedirme de mis seres queridos y, lo que es peor, de estar en estado de gracia. En ese sentido, COVID ha sido una especie de bendición. Me recuerda que no viviré para siempre y que debo volver mi mirar a Jesús. Intentar ser consciente de los momentos, y de mis intenciones, de mis palabras, para asegurarme de que sean para Dios y no para mí.


Esto no significa que tengamos que dejar de vivir. Debemos tener cuidado, confiar en Dios y orar por una cura.


Los invito a orar hoy por la Letanía para una Cura de la Pandemia que se encuentra en nuestro sitio web PAPAMio.org.


¡Dios los bendiga a todos!



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Fundación PAPA

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