En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.
El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre’’.
REFLEXIÓN
Soy consciente de la presencia de Dios en mi vida.
Cuando estoy débil, Él es mi fuerza. Cuando mis preocupaciones, dudas y penas me arrastran hacia abajo, Él está allí conmigo.
Él trae paz y alegría en el día cuando el sol brilla y mis caminos en la vida son tan claros como pueden ser. Pero en mis días oscuros, Él no solo está presente como un Pastor que atiende a esa oveja perdida, sino que estoy rodeado por el rebaño: amigos, sacerdotes y vecinos que me recuerdan constantemente que el Señor me encontrará, se inclinará y me agarrará, atrayéndome. sácame de las aguas impetuosas. (Salmo 18:17)
Nuestro Dios ha preparado un banquete para nosotros e incluso en nuestros días más difíciles, el portero espera allí llamando a sus propias ovejas por nombre para que podamos seguir.
Escuchad a Dios y seguidlo, entrad en este banquete por Él y sed salvos. ¿Podemos reconocer Su voz?
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