En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): “Señor, ¿por qué razón a nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?” Le respondió Jesús: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho’’.
REFLEXIÓN
“Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.
No soy más que un mendigo arrodillado ante el Rey. Sí, el Rey que me invita a acercarme mientras me toma en sus brazos. Él no es un Rey que observa, o es un encargado de registros o está cerca de ti por "la distancia de los brazos". Él eleva mi corazón hacia el Suyo, el centro de amor y gracia.
Mi Dios quiere que sea cercano y personal mientras me corona con su amor y compasión. Nada de esto es merecido, ya sea cuando era joven o ahora que envejece. Pero puramente un regalo.
Diariamente llena mi vida de cosas buenas y mi alma agradece a Dios por sus muchas bendiciones.
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