En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla. Tengan, pues, cuidado.
Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que se arrepiente, perdónalo”.
Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”.
REFLEXIÓN
No es posible evitar que existan ocasiones de pecado,
pero ¡ay de aquel que las provoca!
Dios conoce nuestros corazones, pensamientos e intenciones de nuestras palabras habladas.
En el mundo de los niños habrá peleas, momentos de “es mío” y en ocasiones un “bofetón” o “te odio” gritó. Pero unos minutos después están jugando juntos.
En el mundo de los adultos, simplemente no es tan fácil. Es como si quisiéramos seguir enojados. Elegimos no olvidar. Nos aferramos a las transgresiones. No perdonamos a los demás. El escándalo y los chismes provocan división. Estamos celosos de las fortalezas y dones de los demás. Estamos orgullosos.
Somos los modelos para nuestros hijos. Que no nos llevemos a nosotros mismos y a otros al pecado. Con nuestro ejemplo, ayudemos a los pecadores a recuperar la vista, enriquecer sus almas y traerlos de regreso al abrazo de Dios.
Opmerkingen