En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos:
“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
REFLEXIÓN
"Dicen una cosa y hacen otra."
Como madre o padre de familia, es un verdadero desafío enseñar con el ejemplo. Como viajero, es difícil no enojarse y pensar en varias "palabras no muy gratas al oido" cuando una persona nos corta el camino en la carretera. O cuando un compañero de trabajo se roba los proyectos o se lleva el crédito por tu trabajo.
¿Cómo puedo "amar a mi enemigo"? ¿O cómo puedo ir por la vida diciendo: "Déjame quitarte esa astilla de tu ojo", mientras la viga de madera está en tu ojo? (Mt 7,3)
Cuando este tipo de pensamientos empiezan a invadir mi mente, recuerdo una enseñanza del Padre Michael.
Necesito imaginarme a mí misma como si estuviera conduciendo un vehículo. Si solo mirara hacia adelante todo el tiempo, y nunca hacia el retrovisor o los espejos laterales, estaría en un gran problema. Lo mismo si solo mirara por el espejo retrovisor y nunca al frente. Inmediatamente chocaría el auto.
Para poder ayudar a los demás, primero necesito examinar mi propio pecado. Esto es muy difícil. Pero el primer paso es respirar hondo y ver "¿dónde estoy?". "¿Estoy donde estoy?" "¿Qué estoy haciendo?"
Hablar con un director espiritual e ir a confesarnos también nos ayuda a avanzar en nuestra vida espiritual, y alejarnos de aquellas cosas que nos "descentran", o nos impiden mirar por "el espejo retrovisor", para que podamos reajustar nuestro camino. En ese camino en nuestro viaje hacia el cielo.
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