Lectura del Santo Evangelio según Mt 7:6, 12-14
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No den a los perros las cosas santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen.
Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas.
Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!”
REFLECTION
"¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida,
y qué pocos son los que lo encuentran!"
El infierno es un lugar real. Jesús nos advierte al respecto. Y muchos santos han tenido visiones de él para advertirnos de su existencia.
San Juan Bosco, un sacerdote católico italiano del siglo XIX que solía cuidar a los huérfanos en su ciudad, fue uno de estos santos.
Podemos leer sobre esto en el libro "Los Cuarenta Sueños de San Juan Bosco". Son una gran herramienta de enseñanza, y nos llenan de esperanza en cualquier época.
En el sueño titulado "El Camino al Infierno" leemos:
El camino se inclina hacia abajo. Mientras continuábamos nuestro camino, flanqueados por bancos de rosas y otras flores, me di cuenta de que los niños del Oratorio y muchos otros que no conocía me seguían. De alguna manera me encontré en medio de ellos. Mientras los miraba, noté que ahora uno, ahora otro, caía al suelo y al instante era arrastrado por una fuerza invisible hacia una espantosa gota, distantemente visible, que descendía hacia un horno. "¿Qué hace que estos chicos se caigan?" Le pregunté a mi compañero. "Los soberbios han escondido una red para mí, y han tendido cuerdas como un lazo; han puesto para mí una piedra de tropiezo junto al camino". (Salmos 139: 6)
"Echa un vistazo más de cerca", respondió.
Hice. Había trampas por todas partes, algunas cerca del suelo, otras a la altura de los ojos, pero todas bien escondidas. Sin darse cuenta del peligro, muchos niños quedaron atrapados y tropezaron, se tiraron al suelo, con las piernas en el aire. Luego, cuando lograban ponerse de pie, corrían de cabeza por el camino hacia el abismo. Algunos quedaron atrapados por la cabeza, otros por el cuello, la mano, los brazos, las piernas o los costados, y fueron derribados instantáneamente. Las trampas de tierra, finas como telarañas y apenas visibles, parecían muy endebles e inofensivas; sin embargo, para mi sorpresa, todos los niños que atraparon cayeron al suelo...
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