En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir”.
REFLEXIÓN
"En su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.”
La historia de la viuda pobre se repite quizás por su importancia, especialmente cuando entramos en el Adviento. La concentración ha estado en la viuda pobre que dio todo su sustento. ¿Qué pasa con la gente rica? Hay algunas personas ricas que son generosas en sus donaciones, pero incluso esa donación monetaria no se perderá en lo más mínimo. Siempre vemos a los muy ricos y muchos se preguntan por qué no dan más. Algunos ricos, incluso después de donar, dan a conocer a través de las redes sociales o agencias de noticias su generosa donación. Esta persona pagó por esto o donó aquello o las hermosas ventanas de la Iglesia fueron donadas por esta persona. Sus donaciones y sus razones están entre ellos y Dios.
Pero, ¿cómo afecta esta historia al resto de nosotros que no estamos en esa categoría de filantropía sin afectar nuestros ingresos o patrimonio neto? Si no podemos permitirnos el dinero, podemos darnos el lujo de dar de nosotros mismos, en tiempo, energía y habilidades. Hay una diferencia entre dar limosna y compartirnos de diferentes maneras con los menos afortunados.
La próxima vez, considere llevar a alguien a la iglesia, ayudar a alguien con la compra, visitar un asilo de ancianos o ir a cantar villancicos, trabajar con las Misioneras de la Caridad, ser voluntario en el banco de alimentos, refugios para personas sin hogar o Caridades Católicas. Cuando el pensamiento cruza su mente, no preste atención a su disensión mental, pero sígalo, y con dar, ofrecerse como voluntario y sacrificarse, diga: "Puedo hacerlo todo por el amor de Dios". Eso también será entre tú y Dios.
