En aquel tiempo, la multitud rodeaba a Jesús en tan gran número que se atropellaban unos a otros. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:
“Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir de la hipocresía. Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por eso, todo lo que ustedes hayan dicho en la oscuridad, se dirá a plena luz, y lo que hayan dicho en voz baja y en privado, se proclamará desde las azoteas.
Yo les digo a ustedes, amigos míos: No teman a aquellos que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Les voy a decir a quién han de temer: Teman a aquel que, después de darles muerte, los puede arrojar al lugar de castigo. Se lo repito: A él sí tienen que temerlo.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios; y por lo que a ustedes toca, todos los cabellos de su cabeza están contados. No teman, pues, porque ustedes valen mucho más que todos los pajarillos’’.
REFLEXIÓN
No teman.
El Evangelio de la Palabra es la Verdad. Había tantos presentes que se pisoteaban unos a otros para escucharlo.
Dios lo sabe todo, y se fija en cada uno de los presentes en la sala abarrotada: sus oscuros secretos, sus pecados y su hipocresía. Se nos dice que tengamos un temor reverencial del Dios omnisciente. Este miedo es el de no querer ofenderlo.
Sin embargo, también se nos dice que no temamos a Aquel que ama con misericordia y bondad, que obra por nuestra salvación eterna. No hay miedo en suplicar Su perdón, no hay miedo en amarlo y poner toda la confianza en Su Voluntad. No tema que estaremos a salvo en Sus fuertes brazos mientras Él nos lleva por terrenos peligrosos.
Pero el mayor temor es perder a Dios por la eternidad. Santa Teresa de Jesús lo entendió muy bien. Como ella lo hizo, nosotros también debemos ser pacientes en nuestro caminar con Dios, hacer penitencia, dar limosna y esperar en silencio en el Señor.
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