Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:
“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.
REFLEXIÓN
Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto:
unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta
Es asombroso lo que la Divina Gracia puede hacer cuando decimos "sí".
Cesare De Rossi nació en 1619 d.C. Creció en Nápoles y fue educado por los franciscanos. A los dieciséis años recibió el hábito franciscano capuchino y cambió su nombre a Lorenzo.
Tenía el don del lenguaje. Hablaba con fluidez latín, hebreo, griego, alemán, bohemio, español y francés. A pedido del Papa Clemente VIII, pasó mucho tiempo predicando a los judíos en Italia. Tan excelente era su conocimiento del hebreo que los rabinos estaban seguros de que era un judío que se había convertido en cristiano.
Dio grandes sermones y tuvo mucho éxito en las conversiones. Estableció la orden de los capuchinos en toda Alemania, trabajando con pacientes de la peste.
Trabajó con los alemanes en la guerra contra los turcos para ganar la guerra. Fue enviado a España y ayudó a traer conversiones. Era elocuente y tenía poder de persuasión.
San Lorenzo de Brindisi sintió compasión por los necesitados.
Si estamos dispuestos, pueden pasar tantas cosas buenas, lo mejor es la gracia de la fe, el crecimiento de Dios en nosotros. Jesús sembró la semilla de la Palabra de Dios en el corazón fértil de San Lorenzo y los frutos de su obra se vieron en toda Europa. Hizo un buen uso de los dones que el Señor le dio. Practicó las virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor. Y con ellos pudo, mediante la generosidad, la sinceridad y el buen carácter, llevar a muchas personas a Dios.
“Dios es amor, y todas sus obras proceden del AMOR”
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