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MIÉRCOLES DE LA III SEMANA DE PASCUA, 04 DE MAYO DE 2022



Lectura del libro de Hechos 8:1b-8


El mismo día de la muerte de Esteban, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén, y todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y por Samaria.


Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entre tanto, Saulo hacía estragos en la Iglesia: entraba en las casas para llevarse a hombres y mujeres y meterlos en la cárcel.


Los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba ahí a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegría en aquella ciudad.


REFLEXIÓN

"Se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén,

y todos, menos los apóstoles, se dispersaron"


La persecución los rodeaba por completo, pero aun así continuaron corriendo la voz. Muchos vieron las señales, muchos se convirtieron


Leemos sobre santos que fueron perseguidos y sufrieron, quemados vivos, decapitados, descuartizados, asados, crucificados, años en el exilio, prisión y confinamiento solitario, por nombrar algunos. Cuando leo estas cuentas, me digo a mí mismo: "No hay forma de que puedas hacer eso". Sin embargo, los relatos son que en paz y con gozo continuaron trabajando para el Señor y murieron por Él.


Tal vez tal persecución no esté en el plan de Dios para mí o para ti, pero ¿no somos perseguidos cuando se nos ridiculiza, se nos desprecia, se nos discrimina, se nos tienta y se nos excluye de las reuniones sociales o de la familia y se nos interrumpe como en el ministerio provida? ¿No somos perseguidos si sufrimos con un hijo pródigo, enfermedad o soportamos insultos? ¿Estamos dispuestos a morir en autocompasión o usar nuestros sufrimientos para obtener gracias?


San Agustín escribió una vez que los cristianos deben imitar los sufrimientos de Cristo, no poner su corazón en los placeres. Acordaos de las promesas de Dios, "Y esta es la voluntad del que me envió, que no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día postrero". ¿Creemos eso? ¿Lo recibiremos y ofreceremos nuestras propias persecuciones para recorrer ese camino?


Jesús fue golpeado, azotado, arrancado de la barba, coronado de espinas y crucificado por nosotros para que fuéramos redimidos, nuestra deuda de justicia pagada y no nos perdiéramos. Nuestros sacerdotes, nuestros pastores, necesitan prepararnos para estar listos para el combate espiritual y la persecución. Dios nunca prometió felicidad mundana.


Las persecuciones por causa de Dios son nuestro camino directo hacia Dios cuando unimos nuestros sufrimientos con los Suyos. Nuestra misión PAPA, "Id y haced discípulos a todas las naciones; he aquí, yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 18:18,20) es nuestro deber al unirnos y llevar a muchos a Dios.


Y en este camino caminamos con nuestros sacerdotes para que nosotros y ellos estemos encendidos por Jesús y Su Iglesia, pero lo más importante, que podamos recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo como nuestro alimento y sustento. Únase a orar por la virtud de la obediencia y la oración de PAPA por los sacerdotes para que un sacerdote pueda llevar 1000 almas al cielo. (San Juan Vianney)


Que seamos uno de ellos.


Iban predicando la palabra.


Dios te bendiga.

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