Los que se habÃan dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba ahà a Cristo. La multitud escuchaba con atención lo que decÃa Felipe, porque habÃan oÃdo hablar de los milagros que hacÃa y los estaban viendo: de muchos poseÃdos salÃan los espÃritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralÃticos y lisiados quedaban curados. Esto despertó gran alegrÃa en aquella ciudad.
La persecución los rodeaba por completo, pero aun asà continuaron corriendo la voz. Muchos vieron las señales, muchos se convirtieron
Leemos sobre santos que fueron perseguidos y sufrieron, quemados vivos, decapitados, descuartizados, asados, crucificados, años en el exilio, prisión y confinamiento solitario, por nombrar algunos. Cuando leo estas cuentas, me digo a mà mismo: "No hay forma de que puedas hacer eso". Sin embargo, los relatos son que en paz y con gozo continuaron trabajando para el Señor y murieron por Él.
San AgustÃn escribió una vez que los cristianos deben imitar los sufrimientos de Cristo, no poner su corazón en los placeres. Acordaos de las promesas de Dios, "Y esta es la voluntad del que me envió, que no pierda nada de lo que me ha dado, sino que lo resucite en el dÃa postrero". ¿Creemos eso? ¿Lo recibiremos y ofreceremos nuestras propias persecuciones para recorrer ese camino?
Y en este camino caminamos con nuestros sacerdotes para que nosotros y ellos estemos encendidos por Jesús y Su Iglesia, pero lo más importante, que podamos recibir el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo como nuestro alimento y sustento. Únase a orar por la virtud de la obediencia y la oración de PAPA por los sacerdotes para que un sacerdote pueda llevar 1000 almas al cielo. (San Juan Vianney)