En aquel tiempo, mirando Jesús a sus discípulos, les dijo:“Dichosos ustedes los pobres,porque de ustedes es el Reino de Dios.Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre,porque serán saciados.Dichosos ustedes los que lloran ahora,porque al fin reirán.
Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes, los ricos,porque ya tienen ahora su consuelo!¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora,porque después tendrán hambre!¡Ay de ustedes, los que ríen ahora,porque llorarán de pena!¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe,porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!’’
REFLEXIÓN
"Su recompensa será grande en el cielo" .
Las bienaventuranzas me recuerdan que si debo seguir a Jesús y vivir piadosamente, sufriré persecución. Muchas veces al pensar en esto, mi estado de ánimo cambia porque para mí la persecución significa que la gente me odia, soy una desgraciada, una paria, sin amor y sin cuidado.
Sin embargo, puedo verlo de otra manera. ¿Y si no tuviera obstáculos en mi vida? ¿Cómo sé que voy en la dirección correcta? Después de todo, Jesús nos recordó que la persecución sucedería. Debe ser una bendición y un signo de alegría y felicidad, entonces darme cuenta de que estoy en el camino correcto.
Recordándome a mí mismo que todas las circunstancias están permitidas por Dios y cuando se hace así se pretende lograr buenos resultados, entonces ¿por qué mi preocupación? Después de todo, ¿no es todo por causa de Él? Es entonces cuando mi vida de oración debe volverse más intensa y más convencida de que mi recompensa en el cielo será grande.
En el Salmo 120 se nos recuerda: "El Señor te guardará del mal, guardará tu alma. El Señor guardará tu ir y venir, ahora y para siempre". Con esa promesa qué hay que temer.
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