En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo.
Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.
REFLEXIÓN
"Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Mi padre murió en 1978. Mi madre murió en 2009. Nos llevaban a la escuela, visitas al médico, citas con el dentista, clases de natación, piano, clases de baile, juegos de béisbol, recitales y vacaciones. Mi madre cosía toda mi ropa.
Ambos me dieron mi fe católica y mi educación católica. Y por ellos me fueron abiertos los misterios del corazón de Cristo.
Desde muy joven, mi madre me llevaba a la iglesia, rezaba el rosario conmigo y me mostraba cómo cuidar a las personas. Con Jesús a su lado, fuimos amados por nuestros padres.
Eran estrictos pero cariñosos y no aceptaban excusas cuando se necesitaba disciplina. Dependíamos totalmente de ellos como dependemos totalmente de Dios.
En el Evangelio, estaban trayendo niños a Jesús. Jesús los tomó en sus brazos, los bendijo y les impuso las manos. En su inocencia recibieron el reino de Dios. Y como padre, Dios se ocupa de todas nuestras necesidades, incluso brindándonos excelentes padres.
Que la inocencia de los niños traiga a Dios a nuestras vidas.
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