En aquel tiempo, el rey Herodes oyó lo que contaban de Jesús y les dijo a sus cortesanos: “Es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas”.
Herodes había apresado a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, pues Juan le decía a Herodes que no le estaba permitido tenerla por mujer. Y aunque quería quitarle la vida, le tenía miedo a la gente, porque creían que Juan era un profeta.
Pero llegó el cumpleaños de Herodes, y la hija de Herodías bailó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que le pidiera. Ella, aconsejada por su madre, le dijo: “Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por no quedar mal con los invitados, ordenó que se la dieran; y entonces mandó degollar a Juan en la cárcel. Trajeron, pues, la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre.
Después vinieron los discípulos de Juan, recogieron el cuerpo, lo sepultaron, y luego fueron a avisarle a Jesús.
REFLEXIÓN:
“no le estaba permitido tenerla por mujer.”
Jesús guardó silencio durante 30 años. Durante su vida pública, Jesús se retiró para estar solo con su Padre.
María pronunció algunas palabras y reflexionó sobre muchas cosas en su corazón.
San José nunca habló palabras registradas en la Biblia.
Los tres obedecieron. Los tres tuvieron paciencia y amor. Y los tres nos hacen señas hacia el Señor Todopoderoso, en el silencio del Tabernáculo.
Un día Dios nos preguntará acerca de nuestro ruido: quejas, palabras inútiles y vanaglorias orgullosas que buscamos y obtuvimos. También se nos preguntará si defendimos lo que era moralmente correcto. Si defendiéramos a Dios.
Se espera que hablemos, confrontemos las malas acciones, aconsejemos y aconsejemos, sin permitir que nuestro silencio sea una señal de consentimiento.
Con coraje y fortaleza tenemos que “hablar”, pero lo hacemos con bondad y amor.
Sin embargo, las palabras dichas con verdad pueden tomarse como palabras de juicio y condena. Y como con San Juan Bautista, uno puede encontrar una “voz en el desierto” y en el extremo receptor del hacha.
El aborto, el transgénero, las drogas, los padres del mismo sexo, si no lo abordamos, pueden tomarse como una señal de consentimiento. Habla cuando sea necesario. No permita que alguien domine una conversación con temas que son intrínsecamente incorrectos.
Sí, es posible que lo pongan en la cárcel de las redes sociales, o que lo dejen fuera de las invitaciones para tomar un café o reuniones familiares o que no tenga amigos en Facebook. Como San Juan Bautista, que fue martirizado por sus palabras, nosotros también debemos hablar cuando sea necesario.
PERO esto se hace con caridad y buenos modales, manteniéndonos fieles a nuestra Fe y principios católicos.
Ore para que tengamos el coraje de cancelar un programa o servicios de transmisión, escribir una carta al editor, salir de una película, cancelar una suscripción o escribir una carta a un sacerdote, obispo o cardenal o corregir a nuestra familia para hacer que se escuchen nuestras voces caritativas. .
Pero debemos practicar lo que hemos decidido decir. Después de todo, queremos traer almas al Reino de los Cielos. Y qué mejor manera que con el ejemplo.
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