En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”
Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola cosa. De modo que ya no son dos, sino una sola cosa. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.
Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.
REFLEXIÓN:
"Serán los dos una sola cosa"
Imagínense, como incluso los discípulos se sorprendieron al escuchar que el matrimonio es para bien, para mal y para toda la vida.
Eso es lo que Dios pretendía desde la creación, pero el hombre, a través de Moisés, exigió el divorcio.
Cuando dos se reúnen, habrá desacuerdo, señalamientos con el dedo, expectativas de diferentes resultados desde el momento en que se dice el "Sí, quiero". La paz y la armonía perfectas no estarán allí. Dios diseñó el matrimonio para ser lo que es. Tienes que trabajar en su éxito, esperando más amor, bondad, compasión y misericordia.
El deslustre del "Caballero de la armadura brillante" aparece rápidamente. Eventualmente habrá aumento de peso, hijos pródigos, enfermedades crónicas, pérdida de la mente y la fuerza física, la apariencia y la destreza.
Los matrimonios exitosos eligen amarse a pesar de las imperfecciones. Se dicen muchos “lo siento”. ¡También debe haber períodos de silencio para dejar que los desacuerdos y las palabras salgan flotando de la casa como los malos olores de la cocina!
Cuando estés enojado, 'Respira a Jesús' y deja que Él tenga la última palabra. Porque “El Señor es bondadoso y misericordioso”. (Salmo 103)
Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe cómo amar y cómo vivir nuestra vocación a través, en y con Jesús.
Comments