Todos hemos experimentado el amor. Somos muy afortunados de que al amar a otra persona, experimentamos una "pizca" del amor que Dios tiene por nosotros. Y al ser amados formamos un vínculo, una comunión, con Dios.
Le pedimos que escuche nuestro llamado, que tenga piedad y nos responda. Lo buscamos, queremos Su presencia con y dentro de nosotros. Le pedimos que no oculte Su rostro. Esperaremos en Él, con valor y corazón fuerte. Anticipamos el amor que nos espera. Todo lo que tenemos que hacer es escuchar Su voz susurrante, pidiéndonos que digamos “sí” a Su voluntad, arrepintiéndonos de nuestros pecados y pidiendo perdón.
Porque anhelamos su amor, lo buscamos en todas partes. Lo vemos en los demás, lo vemos en Su creación. Amándonos, Jesús se entregó para ser consumido y vivir y permanecer en nosotros en la Sagrada Eucaristía.
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