En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!”
REFLEXIÓN
“No acumulen ustedes tesoros en la tierra…..Más bien acumulen tesoros en el cielo”.
En la elección de una vocación, muchos reciben el consejo de maestros, sacerdotes, familiares y amigos. Nuestros dones y gracias dados por Dios ayudaron a tomar nuestra decisión final.
Para nuestra alegría indescriptible recibimos nuestro primer cheque de pago. Ahora éramos independientes: amueblamos nuestras casas, nos decoramos y atendemos las necesidades de nuestros hijos.
Estábamos preparados para el futuro. O eso creíamos…
En algún lugar, de alguna manera y en algún momento, la acumulación de riqueza se convirtió en un impulso para muchos hasta el punto de olvidar nuestro destino final. Nuestras acciones y hechos ya no cantaban alabanza y adoración por el Nombre de Jesús. Tampoco fueron hechos para Su gloria.
Es importante hacer un inventario y preguntar: ¿Nuestros esfuerzos y tesoros nos llevarán al cielo?
Las normas del mundo han tomado el lugar de las de Dios. Reservamos el domingo para Jesús y, fíjate, solo una hora: eso si el mundo no nos llamara a hacer otras cosas. Podemos volvernos tan complacientes, especialmente con alguien que nos ama tanto. Damos por sentado este amor tan preciado. Y al hacerlo, se nos recuerda que nuestro amor propio egoísta y nuestro orgullo tienen que detenerse y convertirnos en el tabernáculo viviente de Jesús.
Nuestro Dios es tan bueno con nosotros que nos dijo que nos refiriéramos a Él como Padre Nuestro. Debemos vivir como templos de Dios, quien vive en nosotros. Dios nos dio a Jesús, el Camino a la perfección. ¿No ora en mí cuando en la Misa se entrega todo a su Padre?
El Espíritu Santo está aquí para ayudar y conducir el alma a la santidad. Al principio comienza con susurros de santas inspiraciones de menosprecio de los bienes de la tierra, abnegación de sí mismo, amor a Dios y al prójimo. Y a través de esos mismos dones y gracias dados por Dios, deseamos a Jesús.
Que encontremos un santo gozo de servicio orando por nosotros mismos y por los demás, con el desinterés de pasar todo el día con el Espíritu Santo en las personas que Él trae a nuestras vidas.
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
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