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Olivia M. Bannan

VIERNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, 08 DE JULIO DE 2022



Lectura del Santo Evangelio según MT 10:16-23


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.

Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre’’.


REFLEXIÓN

"Pero el que persevere hasta el fin, se salvará".


La vida puede ser dura, dura y solitaria. A veces nos metemos en nuestro caparazón y evitamos el mundo. Habrá personas horribles que conoceremos y con las que tendremos que tratar. Habrá miembros de la familia que encontrarán fallas en nuestra fe. La gente juzgará nuestras decisiones y tendrá opiniones sobre nuestros motivos y acciones. A veces puede parecer que estamos en medio de una confrontación tras otra. Las ovejas, tratando de vivir y estar al servicio del Señor, están en medio de lobos rapaces


El amor propio puede protegernos de las heridas, suplica consuelos, aparta la mirada del Cáliz Amargo de Su pasión y del compartir de la Cruz. Pero el Señor dijo, el que persevere hasta el fin, se salvará. Entonces, ¿cómo quiero vivir? ¿En mi pequeño mundo o en las tiernas gracias y el amor de nuestro Señor? ¿Estoy dispuesto a sufrir, a lastimar, a trabajar para el Señor sin otra recompensa que estar con Él en la eternidad?

El Espíritu Santo me muestra los caminos que tengo por delante. Incluso me mostrará el camino si en silencio espero sus indicaciones. Me recuerda que la Verdad nunca miente, nunca engaña y nunca olvida las promesas hechas. Él invita a mi alma a una unión de vida eterna.


Sí, quiero ir al cielo, y oro por eso por mí y por todos. Debo abandonar mi vida a Dios y dejar que Él se haga cargo y no trato de persistir e insistir en mi camino.


El amoroso y todopoderoso corazón de Dios conoce nuestras circunstancias y necesidades. Se nos promete que Dios amará y se revelará a quien lo ama. Él nos hará sentar con Él en el Reino de los cielos. Él comerá con nosotros y nosotros comeremos con Él. ¡Esa es la recompensa!


Dios te bendiga.




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