En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: ‘’Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes”.
REFLEXIÓN
Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios,
eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
No nos dejemos engañar. El reino de Satanás está vivo en este mundo y oprime al pueblo de Dios. Jesús acababa de expulsar a un demonio de una persona muda. Y en el momento en que el demonio se fue, el mudo pudo hablar. Y la multitud comenzó a murmurar y pensar que seguramente Jesús tenía poder de Beelzebul, el príncipe de los demonios.
Jesús iba camino a Jerusalén para dar su vida por los pecadores. Iba a ser el mayor acto de amor desinteresado. Jesús no solo iba a morir para redimirnos, sino que también nos estaba preparando para cuando partiera para poder participar de su cuerpo resucitado a diario, así como para tener una provisión espiritual para el momento "de camino a casa".
Él nos tiene cubiertos con Su fuerza y, aunque físicamente se ha ido, continúa luchando por nuestras almas. Dios nos ama con un amor inmerecido porque es amor. Y es Su gracia la que nos hace amables y nos asegura que Él nos protegerá sólo con "el dedo de Dios".
Las Misioneras de la Caridad muestran este amor incondicional a muchas prostitutas, narcotraficantes, ladrones y muchos otros. Lo más probable es que les tengamos miedo, pensando que nunca podríamos cambiar sus vidas. Sin embargo, las hermanas lo han hecho una y otra vez. ¿Cómo cambian la vida de un alma? Su secreto está en amar a la persona mientras aún eran pecadores. El pecador, mientras es tocado por Cristo, puede ser liberado del poder del diablo.
Es bueno hacer actos de misericordia y caridad, pero deben hacerse con amor para que muchos puedan sentir el toque amoroso de los demás.
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