Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: “¿Está permitido curar en sábado o no?”
Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?” Y ellos no supieron qué contestarle.
REFLEXIÓN
"éstos estaban espiándolo"
Si nuestra conciencia no nos molesta cuando hacemos el mal, estamos, sin duda, escandalizando a quienes nos rodean que nos ven hacer el mal. Y cuando hacemos el bien con humildad, la gente, igualmente, verá nuestras acciones y hechos. Y algunos por su prejuicio, odio o envidia interpretarán el bien hecho con preguntas, argumentos e incluso dudarán de las intenciones.
Jesús sanó siete veces en sábado, y uno pensaría que si hubiera hecho el bien, habría recibido alabanza y gratitud. Fue recibido con hostilidad. Sin embargo, fue invitado a cenar con los fariseos que habían interpretado más de lo que Dios pretendía en la observancia y el descanso del sábado.
Aunque una invitación a cenar significa un momento alegre para reunirse y escuchar a su invitado de honor, el lenguaje corporal de los fariseos decía más: Lo observaban con atención, suspicacia y silencio. En este caso, sus acciones hablaron mucho más que sus palabras.
El sábado tenía la intención de detener el trabajo físico y servil y dedicar tiempo a la alabanza de la bondad, la misericordia y el amor de Dios. Al sanar y ayudar a nuestro prójimo, la ley del amor reemplaza al descanso.
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