En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús les respondió: “No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida’’.
REFLEXIÓN
"Yo soy el pan de la vida."
En la primera lectura, Elías dice: "Basta, Yahvé". Y cansado se durmió y los ángeles le trajeron pan, diciéndole: "Levántate y come, que tienes un largo viaje". Fue la comida que Dios le proporcionó lo que le dio la fuerza necesaria para caminar 40 días hasta el monte Horeb.
También nosotros estamos invitados a ser alimentados por el pan de vida, Cristo mismo, presente en la Sagrada Eucaristía. En la época romana, el viático o provisiones de comida o dinero se utilizaban para sus viajes. Más tarde, el nombre de Viaticum es ahora el nombre dado por la Iglesia para la comida o la Sagrada Eucaristía para nuestro viaje final a casa.
Esta alimentación de Jesús en forma de pan, nos permite llegar al cielo. Jesús es el pan de vida. Necesitamos estar seguros de que nuestros seres queridos sepan que es de suma importancia que recibamos esta asistencia espiritual el día de nuestro viaje final a casa.
Informe a todos sus seres queridos de estas necesidades.
Para agradecer a Dios por todo lo que nos ha dado, hagamos cada día mejores preparativos para recibirlo, confesiones frecuentes, dando la reverencia que Dios le brinda para que podamos vivir para siempre con Él.
La Sagrada Eucaristía es el mayor sacramento que nos ha dado Jesucristo, quien se entrega completamente por nosotros.
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