Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola:
“Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.
Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.
REFLEXIÓN
"Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado;
y el que se humilla, será engrandecido".
Al crecer, hubo ceremonias de recompensa por estar en el cuadro de honor con todos los A, para A y B y por asistencia perfecta. Los estudiantes que obtuvieron estos premios llevaban cintas de diferentes colores, por lo que uno sabía qué premio habían recibido. Por supuesto, estaban orgullosos de sus logros, pero no estoy seguro de si eso los llevó a un deseo excesivo de elogios. Todos tenemos un deseo natural de logros personales, prestigio y honor cuando el trabajo está terminado.
Sin embargo, algunas escuelas u organizaciones deportivas tienen trofeos o premios para todos para que nadie se sienta excluido. Mirando hacia atrás, realmente no distinguía entre el estudiante bueno y trabajador y los que no lo intentaban. Todos fueron tratados por igual. ¿Eso diluyó el grupo de trabajadores duros? Quizás.
Ser honrado por los logros es bueno porque hay un incentivo para trabajar más duro y hacerlo lo mejor posible. Puede ser bueno y noble. Sin embargo, sí necesitamos saber cuándo no dejarnos cegar por la ambición, por esa búsqueda de esa meta mayor, que son formas de orgullo. ¿Tenemos que ser los primeros? ¿Tenemos que sobresalir? ¿Necesitamos saber todas las respuestas? ¿La gente necesita saber lo que hacemos o hicimos?
Con humildad podemos hacer mucho pero no tenemos que presumir. Tampoco es necesario que le recuerdes a la gente lo que hiciste. En medio de todos estos logros uno necesita reconocer que no es por nosotros. Los talentos y las gracias nos son dados por Dios. Se nos ha permitido cultivar y producir mucho fruto para Su Gloria.
Lo mejor es mantener nuestro orgullo bajo control y suplicar ser humildes. Usa nuestros talentos y tesoros divinos para la mejor gloria de Dios mientras nos damos cuenta de que no somos nada sin Dios.
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