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Foto del escritor Olivia M. Bannan

XXIII DOMINGO ORDINARIO, 04 DE SEPTIEMBRE DE 2022



Lectura del Santo Evangelio según Lc 14:25-33


En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo: "Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.


Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: 'Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar'.


¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.


Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo''.


REFLEXIÓN

"Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes,

no puede ser mi discípulo''.


No es de vuestros propios bienes que estáis dando limosna a los pobres, sino que estáis devolviéndoles lo que es suyo por derecho. Porque lo que fue dado a todos para el uso de todos, lo tomaste para tu uso exclusivo. La tierra no es de los ricos, sino de todos. Así, lejos de dar generosamente, sólo estás pagando una parte de tu deuda.

- San Ambrosio


Mientras leía este Evangelio, el primer pensamiento en mi mente fue que seguramente el Señor no quiso decir que debería abandonar a mi esposo, familia y vender todas mis posesiones e ir a seguirlo. Pero, ¿dónde lo seguiría? No hay camino fuera de la interestatal que diga, Camino para seguir a Jesús. ¿Esta ahí?


Hay muchas vocaciones. Y toda vocación ya sea la vida matrimonial, tener hijos, trabajar en un escritorio o en una fábrica, ser ingeniero, médico, enfermero o la vida religiosa de monja, monje o sacerdote, requiere períodos de discernimiento, comprensión y saber si podemos usar nuestra vocación en beneficio de Dios y de los demás. Después de todo, el primer mandamiento de amar a Dios ante todo está ahí para todo ser humano, sin importar la vocación.


Si las posesiones son el dinero, los carros, las casas, la ropa y los lugares de recreo, hay que entender que Jesús vino a servir a los pobres no a enriquecerlos a ellos ni a los discípulos con bienes materiales. Sin embargo, estas son posesiones a las que todas las vocaciones anteriores pueden decir "sí" o "no".


Todos somos discípulos de Jesús. La pregunta que plantea San Ambrosio es la siguiente: ¿Alguna de nuestras posesiones es realmente nuestra? Es posible que hayamos acumulado la riqueza para pagar, pero Dios me dio estos regalos para que pudiera acumular "cosas", o estos regalos están destinados a ser compartidos con todos. Después de todo, cualquier regalo, cualquier ventaja que tuviéramos sobre otro no son hechos por el hombre sino dados por Dios.


La necesidad de posesiones puede afectar a todos los ámbitos de la vida: la necesidad de mantener las posesiones afecta a todos, pero debemos tener en cuenta esta trampa. Piensa en lo que tenemos: ¿lo usamos todo, atesoramos, acumulamos? Maneras de ver el otro lado de la posesión: trabajar en una instalación desfavorecida para niños, hogares de ancianos, comedores populares, Caridades Católicas y vecindarios pobres, por nombrar algunos, y ver de qué lado de la ecuación estás.


Tener o no tener, esa es la cuestión.


Dios te bendiga






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