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XXXIII DOMINGO ORDINARIO, 14 DE NOVIEMBRE DE 2021



Salmo Responsorial Salmo 16:5, 8, 9-10, 11


R. (1) ¡Tú eres mi herencia, oh Señor!

Señor, mi porción y mi copa,

tú eres el que se aferra a mi suerte.

Pongo al SEÑOR siempre delante de mí;

con él a mi diestra, no seré molestado.

R. ¡Tú eres mi herencia, oh Señor!

Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se alegra,

también mi cuerpo permanece en la confianza;

porque no abandonarás mi alma al inframundo,

ni permitirás que tu fiel sufra corrupción.

R. ¡Tú eres mi herencia, oh Señor!

Me mostraras el camino a la vida,

plenitud de alegrías en tu presencia,

las delicias a tu diestra para siempre.

R. ¡Tú eres mi herencia, oh Señor!


REFLEXIÓN

¡Tú eres mi herencia, oh Señor!


Era el cumpleaños de su madre, así que Rhett B, de cuatro años, quería ir a la tienda. Dijo que tenía dinero. Pensó que tenía un billete de un dólar y trece centavos. No había ningún billete de un dólar, sino sólo trece centavos en su billetera. Hablamos de que yo pagaría el regalo, pero tuvo que solucionarlo limpiando su habitación. Nos fuimos a la tienda. Al principio, se sintió abrumado por los juguetes de peluche y las brillantes exhibiciones navideñas que olvidó que estaba allí para su madre. Había olvidado que no tenía tanto dinero.


Finalmente llegamos a la sección de artículos de tocador y él eligió un jabón de lavanda hecho a mano que costaba sesenta y dos centavos. En la caja registradora sacó sus trece centavos para pagar.


Me recordó cómo pagamos lo que Jesús pagó por nosotros con Su muerte. Nos es imposible liquidar la cantidad adeuda, mucho menos el impuesto o incluso los intereses.


Dios es nuestra herencia, sin apegos, sin gastos, sin cuentas pendientes. Su Reino es nuestro. Nos cuida y espera vernos Cara a Cara. Alabamos y agradecemos a Dios continuamente por todo lo que ha hecho por nosotros.


Dios te bendiga

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